El alcohol tiene inmerecida fama de ser un poderoso excitante sexual. Las investigaciones llevadas a cabo han constatado que, tanto en el hombre como en la mujer, sus efectos son negativos.
Shakespeare resumía con sabiduría los efectos de los estimulantes como el alcohol: "provoca el deseo, pero frustra la ejecución" En la mujer, incluso ingerido con moderación, dificulta la respuesta orgásmica. En el hombre, a partir de 0.5 gramos de alcohol por litro de sangre, produce efectos de supresión de la erección.
Asimismo, el alcohol debilita la eficacia masturbatoria y disminuye el goce y la intensidad del orgasmo en ambos sexos. Estos efectos son apreciables con la sola ingesta de dos copas.
Sin embargo, muchas personas ven el alcohol como una sustancia que incrementa el funcionamiento sexual, visión justificada por su efecto desinhibidor. Como potente depresor del sistema nervioso central, disminuye el funcionamiento de niveles superiores del cerebro, lo que permite una mayor autonomía de centros inferiores, (zonas más antiguas del cerebro), entre ellos los implicados en las respuestas emocionales. De esta forma las emociones se "liberan" por la atenuación del efecto controlador de los segmentos superiores cerebrales.
El alcohol puede alterar el comportamiento convencional facilitando la pérdida de control de algunas emociones y la desinhibición de conductas que se habían aprendido a controlar en sociedad. De esta forma puede facilitar la aparición del impulso sexual, pero como también inhibe partes del sistema nervioso autónomo implicadas en la erección, dificulta que ésta se alcance y en consecuencia también la penetración y el coito.
El consumo de alcohol puede generar secuelas graves en el funcionamiento sexual. Si en alguna ocasión, por sus efectos, se produce algún trastorno sexual, aunque sea esporádico, como una falta de erección que dificulte la penetración, es posible que tal acontecimiento sea vivido como un fracaso por el hombre que la ha experimentado, le marque psicológicamente y comience a desarrollar sentimientos de ansiedad asociados al encuentro sexual que pueden perpetuar dicho trastorno. Por otro lado, el consumo continuo de cantidades elevadas de alcohol suele producir serio deterioro orgánico con trastornos endocrinos, neurológicos y circulatorios irreversibles, que menoscaban de forma permanente la respuesta sexual.
Shakespeare resumía con sabiduría sus efectos:
Shakespeare resumía con sabiduría los efectos de los estimulantes como el alcohol: "provoca el deseo, pero frustra la ejecución" En la mujer, incluso ingerido con moderación, dificulta la respuesta orgásmica. En el hombre, a partir de 0.5 gramos de alcohol por litro de sangre, produce efectos de supresión de la erección.
Asimismo, el alcohol debilita la eficacia masturbatoria y disminuye el goce y la intensidad del orgasmo en ambos sexos. Estos efectos son apreciables con la sola ingesta de dos copas.
Sin embargo, muchas personas ven el alcohol como una sustancia que incrementa el funcionamiento sexual, visión justificada por su efecto desinhibidor. Como potente depresor del sistema nervioso central, disminuye el funcionamiento de niveles superiores del cerebro, lo que permite una mayor autonomía de centros inferiores, (zonas más antiguas del cerebro), entre ellos los implicados en las respuestas emocionales. De esta forma las emociones se "liberan" por la atenuación del efecto controlador de los segmentos superiores cerebrales.
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"Provoca el deseo pero frustra la ejecución". |
El consumo de alcohol puede generar secuelas graves en el funcionamiento sexual. Si en alguna ocasión, por sus efectos, se produce algún trastorno sexual, aunque sea esporádico, como una falta de erección que dificulte la penetración, es posible que tal acontecimiento sea vivido como un fracaso por el hombre que la ha experimentado, le marque psicológicamente y comience a desarrollar sentimientos de ansiedad asociados al encuentro sexual que pueden perpetuar dicho trastorno. Por otro lado, el consumo continuo de cantidades elevadas de alcohol suele producir serio deterioro orgánico con trastornos endocrinos, neurológicos y circulatorios irreversibles, que menoscaban de forma permanente la respuesta sexual.
Shakespeare resumía con sabiduría sus efectos:
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