La confesión es para los católicos fundamento y tortura de la religión. Fundamento, porque en la posibilidad de borrar los pecados se basa la más profunda ideología del catolicismo; y tortura, porque existen pocos momentos tan terribles como el tiempo que transcurre en el espacio íntimo del confesionario. Debe de ser por eso por lo que algunas de las reformas que el Vaticano II promovió instauraron una ceremonia comunitaria que se olvidaba a conciencia del vínculo personal entre sacerdote y creyente y establecía unos ritos cercanos a la forma protestante, o sea, a un diálogo establecido entre Dios y el hombre, sin intermediarios. Creo que ya no se realizan confesiones colectivas, y en todo caso seguro que la jerarquía no las contempla con benevolencia.
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